¡...TRES REGALOS...!
Hoy fui a las tiendas de Dios.
En su reino de los cielos,
solo a comprar para ti, mis amigos y parientes,
los regalos navideños.
Vi sus centros comerciales;
sus calles; limpias y sin buhoneros,
todo bien arregladito.
¿Qué más? Estaba en el cielo
Busqué cuentos,
vi pañuelos,
busqué adornos.
Sin acierto.
Los cuentos ya se agotaron
y aun no salen de la imprenta.
Los pañuelos, ni se diga...
Ya no estaban a la venta.
Los adornos: \"que fatiga\";
eran para el nacimiento.
Y, vi a los tres Reyes Magos, lejanos,
si, muy lejanos, transitando contra el viento.
En una tienda muy pobre, cual chozita de pesebre,
sin puertas y sin dintel, de improviso apareció,
un niño que me extendió,
sus manos al aire libre.
Sus manos, que contenían tres regalos para ti;
mis amigos y parientes.
Los enviaba el Señor,
-sin costo alguno, por cierto- los había pagado Dios.
Era lo que Él más quería.
Sus más preciados tesoros.
Que a nosotros ofrecía.
Eran: salud, paz y amor.
¡...Sorprendido y sin aliento,
corrí por los cuatro vientos...!
Llevando aquellos obsequios;
obsequios al nacimiento.
Nada traje yo en la bolsa,
ni tampoco en los bolsillos.
Tan solo en los ojos brillo,
reflejos de esas tres cosas.
Nada tengo que obsequiar,
en físico o material.
Excepto esas tres cositas,
que el niño me pudo dar.
Cosas que -a la luz- no valen;
cosas que no tienen precio.
Salvo, que las envió,
aquél quien lo puede todo, aquél quien está en los cielos.