Roberto Bardecio Olivera

\"DIARIO DE VIVENCIAS DE MI PRIMER INTENTO DE LLEGAR A LA ANTÁRTIDA\" (Capítulo 11)

 

22do. Día de Navegación

           (26/3/1991)

 

“EN LA PROXIMIDAD DE LA DESPEDIDA CONOCEMOS LA NOCHE EN PUNTA ARENAS”

 

    Las horas transcurren demasiado rápido en este Martes Santo…

    El clímax de la emoción nos penetra y nos invade totalmente.

    Todo parece conjuntarse para hacernos vivir intensamente la inminente partida.

    Los amigos, que hemos cosechado a lo largo de nuestra estadía en la ciudad de Punta Arenas. parecen adivinar, parecen intuir nuestro estado de ánimo e intentan, haciendo gala de su gentiliza y calidez, buscando que nos sintamos mejor. Nos invitan a pasear y nos obsequian con su compañía que, por supuesto, nos regocija y mitiga en parte nuestro dolor…

    La pertinaz llovizna que dio marco durante toda esta jornada a nuestro propósito de pasar lo mejor posible, no nos impidió conocer la ciudad durante la noche.

    Walter Barrientos nuestro gentil guía y amigo y la poetisa puntarenense Maruja Scott nos instan a compartir el bullicio alegre de las calles de esta ciudad chilena que, pareciera, negarse a dormir.

    Todo resultó muy bonito, cierto, pero no bastó la mano abierta y extendida de ellos en busca de atrapar al tiempo que igual se nos escapa. No, no es suficiente… Los amigos deben separarse, así lo marca el destino que nos ha tocado en suerte vivir. Las vivencias jamás se olvidarán, a ellos, tampoco.

    Dios los bendiga por siempre. Nosotros, jamás los olvidaremos y ocuparán siempre, pero siempre, un lugar de privilegio en nuestro caro baúl de recuerdos.

 

 

 

23er. Día: Nuevamente en Navegación

                  (27/3/1991)

 

“ADIÓS PUNTA ARENAS”

 

    Son las 16 y 30 horas de este miércoles 27 de marzo y continúa lloviznando…

    Las lágrimas, como torrente incontrolable, asoman a nuestros ojos y bañan de emoción el rostro desencajado de quien utiliza esta hoja de papel para desahogarse en la intimidad.

    Aunque no lo deseábamos, el momento llegó. La despedida es un hecho real e irrebatible. El noble “Comandante Pedro Campbell” abandona el Puerto de Punta Arenas. Horas antes, los abrazos y los deseos sinceros de un feliz retorno al hogar añorado sellaron la despedida.

    Nuestro corazón y nuestros labios expresan en gestos, sin ocultamiento, la idea cierta de volver muy pronto. Nuestra mente, algo más fría, sabe que eso es simplemente un lindo sueño pero bastante lejano, casi imposible de convertirse en realidad. Sólo nos queda la esperanza. Ella nunca se debe perder.

    Por todas esas sensaciones y sentimientos es, que en estos momentos, uno desearía no ser parte protagónica de los hechos relatados, para no sentirse desgarrado, interna y potencialmente empequeñecido. Pero es inevitable y, aunque parezca increíble, todo esto nos está madurando, nos está templando para situaciones futuras similares y, que muchas veces, por causa de esta profesión que abrazamos con devoción y cariño, seguramente se nos volverán a dar.

    Un nuevo sol debe surgir mañana en nuestras vidas… Pero aún miramos atrás y sólo nos atrevemos a pensar y a murmurar, desde lo más profundo de nuestro ser e invadidos por la emoción: ¡Gracias por darte a nosotros Punta Arenas!

 

    Continuará…

 

 Roberto Bardecio Olivera

         (Marzo de 1991)