«No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba»
—Séneca—
Entre la gélida borrasca otoñal,
la quimera de malditos se desvanece,
arramblan grilletes sujetos a la piel.
En veladas madrugadas
se esfumaron sus ilusiones.
Tribulaciones, pesadumbre y aflicción,
absorbieron sus esperanzas.
Asediados por la realidad
de adoquines a oscuras...
con sonámbulos transeúntes,
perdidos en opacas y trasnochadas luces.
Una mujer sin nombre, sin calendario,
con el rostro de la apatía,
se pregunta una y otra vez,
dónde quedaron las promesas,
rotas y perdidas en el tiempo.
El ser que perdió su identidad,
condenado a la desmemoria,
es solamente un número.
En las arrugas del ajado y maltrecho traje
se perdieron ... olvidadas las palabras.
Travesías divergentes,
trazaron un itinerario sin vestigios,
fuera de sí mismos ...
no existía ya ... posiblemente,
la menor traza de amor
ni de su existencia anterior,
ni de su hipotética validez.
Ella... recordando los besos inconclusos,
Él... regalando utopías que nunca consiguió cumplir.
Yazmín González Guirado
La Habana Cuba
Meigajaz
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