Habitante
Habitaré,
el centro de tu centro
como raíz perenne de tú savia,
en la geografía
terrestre de tú cuerpo.
Habitaré,
el norte de tu sur
en la fragante primavera
de tu periferia,
en los cimientes que florecen
en tus encantos,
en los tiernos gorriones
de tus ojos.
Habitaré,
en tus ramas óseas,
en tus delicados píes
sostén de mis creencias,
en tus manos
de algodón de azúcar,
en tú aliento,
soplo aromado
en el alborecer
de mis comienzos.
Habitaré,
en el Sol del mediodía
de tu desnudes,
dentro de ti,
sobre ti,
en ti.
Habitaré,
en tus principios,
en tus finales,
en el origen,
en el fin,
en tus dispersos átomos.
Habitaré,
en cada versículo
de tú piel,
en cada parábola
de tú vientre,
en la profecía cierta
de tú existencia,
en tus pensamientos.
Habitaré,
en tú sereno rostro,
en la languidez misteriosa
de tú mirada,
en los sinuosos bordes
de tus labios,
en la humedad de tú alma,
en la rabia aérea
de tus emociones.
Habitaré,
en la alegría de tu risa,
en la sal de tus lágrimas,
en la lava de tus enojos,
en la espuma de tus deseos,
en tu sangre.
Habitaré,
en el cálido verano
de tus abrazos,
en la tersura afiebrada
de tus muslos,
en cada palabra
que te forma,
en el sobresalto
de tus sueños,
en tú respiración.
Habitaré,
en tú aquietada
sombra,
en tus ligeros
pasos,
en la urdiembre
de tus poros,
en la voz apagada
de tus lamentos.
Habitaré
en tus insomnes
desvelos,
en la oscura inquietud
de tus
angustias,
en el límite imaginario
de tus temores.
Habitaré,
sigiloso
en la latitud
solar
de tus sentidos,
en los raudales
de tú intimidad,
en los caudales
de tus deseos,
intangible
habitante
de tu carne.
Habitaré,
en el pendular
temblor
de tu timidez,
en la línea
crepuscular
de tus adentros,
en el
susurro
de tú
cercanía.
Habitaré,
en el enredado
bosque
de tú
cabellera,
en la
olorosa
madera
de tú
cuerpo,
en el soplo
vital
de tú
existencia,
en tu ignorado
silencio.
Habitaré,
en ti
porque
somos uno.
Malco.