Leo libros ingentes,
urgentes que llenan
mis paredes, neutras,
turgentes, amatorias,
libidinosas, se escancian
las copas, albergan tesoros,
regurgitan placeres
de antiguos instantes.
Leo, sombras en anaqueles,
me sorprenden la ineficacia
y el delirio de esas viejas promesas,
que permanecen junto al barro
de lodos manantiales.
Leo literatura pasada,
de modé, antigua, barata,
asistido por la indolencia
de viejas pancartas, de viejos
ídolos pasivos, que ahora
escupen sus plegarias
rodeándome mi cuerpo cansado,
dentro de un vaso de pergamino.
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