Me negaste tres veces,
me vendiste tres veces,
me besaste muchas más;
Me llenaste de fuego
y luego me hiciste ceniza,
polvo vestido de llanto.
¡Pero no me alcanzaste a matar!
Mi boca se hizo boca
en la tuya
con toda tu ternura descarriada
y luego te fuiste
con la hora cero.
¿En qué pensabas cuando me dejaste
detrás las montañas?
Tan lejos
de tus pies de flores,
mariposa de innumerables fulgores
y elásticas celdas
donde se escondían todos mis caminos.
¿Qué será ahora de las hojas de agua
en que yacía mi cuerpo
al costado del tuyo?
¡Ah, sí regresara en el tiempo!
Seguramente volvería a besar
tus pies de diosa
sin ningún remordimiento.