Brumas del Hum.
Creí en el arremolinado viento…
el que tremola tiesas las banderas…
la paciencia de olas a barlovento
y en la fertilidad de las praderas.
¿Y por qué no en aquellos besos rojos?
cálidos como lava de un volcán,
rítmico parpadeo de sus ojos
que huyen legañosos del carcamán.
Creí en el veterano timonel
iras de tan procelosas tormentas,
venenosa sierpe del cascabel
luz nocturnal que emanan osamentas.
Creyente ¿me transformé en un agnóstico?
pizpireta, coqueta en la ciudad,
y al gris escepticismo del pronóstico
¡ adiós vanidad, mi felicidad!