Perdona que no pueda controlar el fuego,
Que me quema por dentro ante la duda,
Esa que me llena de un terrible desasosiego:
Saber si aquel, anoche, te admiró desnuda.
Sé que no tengo ningún derecho de reprochar,
O de inmiscuirme en asuntos de tu intimidad,
Pero me estoy muriendo de tan solo pensar,
Que aquel te llenó de plena felicidad.
Porque cómo quisiera llevarte por los cielos,
En un descontrol de besos y caricias,
Y perdernos unas horas para derretir los hielos,
Que nuestros corazones hay sin avaricias.
Sé que es infantil buscar peleas o duelos,
Por controlar tu labios y hasta tu interior.
Ya se dijo por ahí que estos no son celos,
Quizás, probablemente, es la rabia del amor.