Bolívar Delgado Arce

INOCUA UBICUIDAD

Impalpable, insensible, inocua ubicuidad,

intervención inexistente, interna

externa ni eterna; es el sino,

un simple camino construido a pasos

sin anuncios ni premoniciones;

enfrentando alambradas, espinas, rocas, muros,

un infinito desatar de ases

y lazos de dolor, muerte y llanto inacabable.

Qué solos quedamos los mortales.

Qué solos estamos y sin nadie,

con la mano extendida, y la confianza

finalmente, también perdida e inocua.

Ya no más llamad y se os abrirá,

pedid y se os dará,

nadie ya para vernos, escucharnos,  

auxiliarnos o acompañarnos…

¡Nadie!

Me declaro abandonado y olvidado

en el universo,

lejos de alguna fuerza

de cualquier fuerza,  

de ninguna fuerza;

hechos, dichos y prodigios

no volverán a caber nunca

en un tercer Testamento.

Inmerso en el polígono Orteguiano

como el resto del mundo:

“solo soy yo y mi circunstancia”;

puede alguien prevenirlo,

retrocederlo, cambiarlo…?, le importa acaso?

Así, me siento solo,

como el resto del mundo,

y no lo sabe,

o no quiere saberlo, saboreando aun

a cada instante la verdad de su soledad.

Así es.

En un cósmico abandono, sin remedio,

vanos estereotipos en ruegos, súplicas

ofrendas, imprecaciones…, no fueron

no son sino una burda

fatal pérdida de tiempo,

un derramar global de inútiles

lágrimas y esperanzas;

fuimos puestos y sueltos en el camino,

y al final del destierro,

de nuestro propio Gólgota,

si aguarda una postrera comparecencia,

su efecto nada importa,

improbable es, ilusorio, imposible, inútil es;

ya no será lo inexistente, lo trascendente,

ni gratificado, ni incinerado

-peor para siempre-.

Puertas al manifiesto culterano:

“solo cumple tener buen tino

para andar esta jornada, sin errar…”

Por lo demás, no temor a un postrero efecto,

al final aquí se queda todo, sin más;

no cabe que post peregrinar

en este desierto terreno

en este colosal destierro

aguarde todavía una condena perpetua,

ninguna deidad, por históricamente sanguinaria

que hubiese sido o existido,

lo haría.

¡Aquí se queda!

¡Aquí termina todo!

 

                                     Bolívar Delgado Arce