Aquella tarde
el sol se despedía
hasta otro día.
Un cielo rojo,
con tono anaranjado,
decía adiós.
Las nubes blancas,
de forma almidonada
cambiaban trajes.
Algunos hombres
miraban admirados
este espectáculo.
Como los niños,
(embriones de poetas),
también soñaban.
Sueños de flores,
de ángeles y arcángeles
y poesías.
¡Bello conjunto,
de versos y utopías
para soñar!
Y así, nosotros,
con pasos vacilantes,
vimos la tarde.
Y la vivimos
en medio del otoño
y de la mano.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/06/22