Usted no debió haber hecho eso; entrar así como si nada a esta vida, con la sensualidad que yo siempre había visto distante entre las aparentes rimas que había en su cuerpo. Pero cuando uno deja abierta la ventana, el viento entra a cambiarlo todo, a desordenarlo, a imponer una nueva vida. Ya lo pagará de seguro. Mientras tanto yo me perderé en ese vacío que queda entre su cintura y la distancia a mis manos. Ahí querré quemarme en medio de este infierno impuesto por usted, arderé así en ese vacío impertinente provocado por las llamas de su mirada. Por su propia causa mi infierno será ahora mi paraíso en donde yo me presente desnudo ante usted, con la esperanza de probar de sus labios ese fruto prohibido con el que le venderé mi alma la que le dejaré a su disposición. Así usted tendrá toda potestad sobre mi propia rima. Así usted será ese verso que yo siempre quise alcanzar en la penumbra de su cuerpo desnudo entre las sombras. Talvez sea de esa manera en la que yo me inspire en su esencia, eleve mis versos al viento de sus suspiros y convierta esta alma en su presencia en ese verdadero poeta que en su mirada siempre querrá verse perdido.