Alberto Escobar

Mucho almíbar.

Por la carne también se llega al cielo.
Hay pájaros que sueñan que son pájaros
y se despiertan ángeles. Hay sueños
de los que dos fantasmas se despiertan
a la virginidad de nuestros cuerpos.
Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.

 

—Booz canta su amor. Gilberto Owen—

 

 

 

 

 

 

 


¿Por qué tanto almíbar?
¿Es necesario para cantar al amor
rebozar de melaza las palabras,
los gestos?
¿Tan honda y maliciosa —añado con
capciosidad— es la huella que honda
ha dejado el amor cortés?
Aquí toca carne —o así lo interpreto—
el amor del que habla el poeta,
amor adolescente, profundo, naciente,
nuevo, donde la espléndida química
que nace vierte densa su materia. 
No es un amor ideal, platónico,
que solo tiene satisfacción en la virtud,
en un deseo sin tacto ni olor, 
en un contentarse sin prenda, no.
No soy diabético aunque sí del Betis.
No preciso rellenar de más glucemia
mi cuerpo de la que me nutro,
por miedo a quedar almidonado. 
Soy amante del amor, pero de un amor
bajo en azúcares, en calorías, que no engorde.
Añoro y ansío caricias —quién no—, taladrar
los sentidos con un circular incesante
de una traviesa yema, que no cese 
de dar vueltas inspeccionando cada hueco,
cada centímetro, cada mojón de término
de mi red de carreteras, de un pergamino
que ya cuartea pero que se resiste enérgico
a ser pasto del tiempo. Sí pasión, sí, toda
la pasión que quepa en una lengua,
toda la pasión que emerja de las entrañas
de una tierra no yerma, sino todo lo contrario. 
El poeta canta, emite trinos y coplas 
con la ilusión de ser oídas e incluso aprendidas;
por eso el poeta canta así, edulcorado, la moda
se impone y lo que se cree que debe ser
es lo que tiene que ser a la postre, la creencia.
Mi creencia es mía y la ducho, la seco y la peino
como mis artes me dan a entender, solo digo, solo. 
No soy amigo de dogmas —ya se sabe desde antaño—
y no animo a nadie a seguir mi senda; mi senda es mía. 
En definitiva; se trata de una crítica, una crítica
que vale lo que un vilano al viento, no tiene más precio
que la necesidad de expresarse de un simple mortal
que piensa porque existe —¿o existe porque piensa?