Sol, prado y tu anhelo al viento,
y mi alma un mar de mariposas.
Tu beso llameante como el cielo
y tu abrazo fresco como un bosque
anudan mis pensamientos.
El amor nos quema los corazones
y el mundo es por un instante
un caparazón sin rencores.
Poco a poco nos va tragando
un ocaso de ruiseñores.
La tarde desordena guirnaldas
de oros inquietos entre los árboles,
mientras tu sombra liviana
abre sobre mí su rosa oscura.
Oyése tu voz, secreta y anidada.
La plenitud te desgarra el rostro,
la brisa empuja tus labios
y tu mirada es un pueblo hondo.
Mi amor es agua clara de la entrega
y mi ansiedad, un prepotente toro.
Voy apartando los sueños oscuros
para poder recorrerte como un río,
y navegarte sin temor ni previsto rumbo.
Mi decisión es un asesinato de la tarde,
que grita herida en un lamento mudo.