Roberto Bardecio Olivera

\"DIARIO DE VIVENCIAS DE MI PRIMER INTENTO DE LLEGAR A LA ANTÁRTIDA\" (Capítulo 12)

 

24to. Día de Navegación

           (28/3/1991)

 

“EN NAVEGACIÓN RUMBO A CASA”

 

    Punta Arenas quedó atrás y en ella quedó parte de nuestro ser como prueba imperecedera del cariño que nos dispensaron sus habitantes y que nos unirá para siempre.

    Ya volvemos a casa y, con nosotros, vuelven las experiencias recogidas, las emociones vividas, los ratos de incertidumbre, los sueños que se hicieron realidad y aquellos que nos provocaron amargas frustraciones, que, a pesar de ser muy pocas, alcanzaron para empañar en cierta forma esta hermosa aventura marina que nos quería llevar a la Antártida como meta preciada y que no fue posible alcanzar.

    El ROU 24 “Comandante Pedro Campbell” vuelve a la Patria, que nunca dejamos de extrañar a pesar de la distancia y del tiempo que a veces todo lo puede y, que esta vez, no cumplió con su misión de hacernos olvidar nuestras raíces.

    Volvemos a casa y, allí, nos esperamos encontrar con  los abrazos cálidos de quienes algo o mucho nos quieren y que siempre nos hicieron falta.

    - Querido Uruguay por favor espéranos con los brazos abiertos. Tus hijos vuelven a ti.

 

 

25to. Día de Navegación

           (29/3/1991)

 

“LAS HORAS NO PARECEN PASAR”

 

    La navegación rumbo a casa continúa. Las horas, fruto de la ansiedad que impera en todos los que navegamos a bordo del “Comandante Pedro Campbell”, parecen no pasar.

    Es que son muchas las cosas que nos aguardan a nuestro arribo al Puerto de Montevideo: nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo y, quizás también, nuestros problemas y nuestras angustias rutinarias…

    A bordo parecería que nos hubiera atacado a todos, según el decir de uno de nuestros colegas periodistas, una “modorra marina”, lo que es muy cierto. Todos estamos como adormecidos, como aletargados por el continuo aunque suave balanceo del buque. Quizás, con ello, queremos hacer que el tiempo vuele, quizás también aprovechamos este estado de ánimo para irnos acomodándonos a la rutina de siempre… Quizás, simplemente, aprovechamos la intimidad de nuestros pensamientos para soñar con lo que vivimos y con lo que en suerte, Dios nos dejará vivir cuando lleguemos a casa…

    Pero… las horas, parecen no pasar.

 

    Continuará…

 

 Roberto Bardecio Olivera

         (Marzo de 1991)