Cuando la quietud llama al oculto dolor,
mis huesos se paralizan por completo.
Mi sonrisa decae, por la fuerza de la gravedad
reduciendo la esperanza en impaciencia.
Nadie me dijo que pudiera vivir así,
con el ansia de durar mañana,
convirtiéndose uno en títere sin cabeza.
Aprendí a olvidar el ayer, a ser nada.
Y a solas comprendí, que las prisas
traen consigo, la muerte en sus riendas.
Hoy caigo en los brazos del alcohol,
mañana puede que pierda la imaginación.
Galilea R.