En un recital ameno de una vaga antología
sucede que un vil poeta se prestó en el compromiso;
fue en una hora tan rítmica de vigor y de alegría
en la cual cada palabra descubrió su paraíso.
Al turno de la sorpresa con estrofas bien rimadas
se me acercó un caballero preguntando lentamente:
¿Usted es dueño del arte? «¡Que momento más ardiente!»
Que por repuesta le dije: «¡Soy lector de las miradas!»
Samuel Dixon [17/06/2022]