Me he dejado las uñas en tus murallas,
he perdido mi tiempo y mi dignidad
suplicando el abrazo de tu mirada
una simple sonrisa sin mezquindad.
He rogado a los dioses y a los demonios,
he vendido mi alma al mismo Satán
mendigando el refugio de tus abrazos,
el aliento de un beso, de ese algo más
que promete la llama que arde en tu boca,
el calor de tus muslos, tu suavidad,
esa voz que es la llave de mis silencios
de ese pecho encendido ¡fuego fatal!
que corona las cimas de tus colinas,
esas cumbres que sueño con escalar,
esas aguas benditas de tu fontana,
suplicando el bautizo del verbo amar.
Pero el tiempo ha pasado y ya soy un hombre,
ya no soy un guiñapo de tu guiñol,
quédate en tu prostíbulo de esperanzas
manejando los hilos, ¡baja el telón!
porque yo ya he montado mi propio estreno
y en mi obra no tienes ni voz ni rol.