En la arena frente a la mar
llegaron cada uno por su lado
tendiéndose
mirándose a los ojos:
qué triste ha sido,
se nos ha terminado lo sentido,
no hay alegría,
tu llegada no es una fiesta,
mi corazón no se acelera,
no te pienso,
es una carga saber que vendrás,
tu eras mi príncipe encantado;
es igual para mí
ya no te necesito;
sus manos estaban separadas,
había dolor en sus expresiones,
huérfanos uno del otro;
una brisa elevándose,
se asomaban nubes grisáceas,
la mar se embravecía,
él le preguntó:
qué haremos con la criatura que nazca bajo esta calma tumultuosa de nuestros corazones,
ella bajó los ojos,
contestando
lo concebimos en el delirio de nuestra pasión bajo el signo de la verdad;
caminé alejándome de la playa,
las primeras gotas de la lluvia comenzaron
a deslizarse por mi frente;
no oía el murmullo de sus voces,
...