Hubo un día en el que las estatuas se levantaron,
comenzaron a ir por el mundo pidiendo silencio.
Los seres vivos, asustados, no supieron qué hacer,
pero las estatuas no querían ir a hacer daño,
sólo querían que se les escuchara.
Desde entonces, cada vez que alguien pasa por una estatua,
sabe que está allí para recordarle
que la voz de los silenciados también es importante.