LA MUERTE DEL POETA
El día en que yo me muera
solo llevad blancas flores,
que siempre fui muy reacia
en eso de los colores.
Cubridme de blanca hiedra
que suba por los balcones
para que trepe mi alma
allá donde el sol se esconde,
y de blanca madreselva
que esta noble calavera
no aguanta ya más traidores.
No la quiero yo amarilla
con todos sus sinsabores.
Cubridme de nieve blanca,
del baile de ruiseñores,
y de versos del Manrique
guardados en los arcones.
No me cubráis de maleza
que ensucia los corazones,
ni de fina estopa blanca
que en mi humilde sepultura
no hay que rellenar rincones.
Antonia Avellano Pérez