Debería bastar con ver el mundo maravillosamente extraño de estas desacostumbradas horas.
Púrpura, azul, un cielo de pasteles, un mar apenas, apenas...
Debería bastar con saberme sin flor pero con jardines naciendo de mi pecho.
Silenciosas y eternas moribundas melancolías recostadas en mi regazo.
Debería bastar con no extinguirme.
La enredadera que sale infinita de mi pecho, la aurora entristecida, las alas de mis muertos.
Sueños empapados de ternura.
Debería bastar con estar del otro lado de la ventana.
Recuerdo mi rostro, lo escondo: un poco de muerte me salpicó de angustia los ojos.
Asustada de tanta imposibilidad me recuesto por encima de mi embrujo.
Me demoro en irme. Se me acaba la simpleza del instante... sortilegio nocturno.