Me preguntaste si te encontrás en algún poema.
No, respondí. Nunca me hiciste daño.
¿Tenía que lastimarte para estar en tus versos?
Probablemente sí, pensé en voz alta.
Y se hizo un silencio...
en mi mano encontré la tuya.
Y así... se hizo un silencio y un poema.
Yo... te atrapé en estos versos.