Primero el eslabón perdido, el machista convencido, el receptor de demonios por tu cuerpo, el callejón con la puerta abierta para las maldiciones, que violo mi virginidad intacta y dio rienda suelta a mis sensaciones ingenuas dejando en el pasado mi castidad.
Esa figura joven y rebelde, semáforo en rojo de tu familia, el conquistador de tu dignidad, el bohemio cruel revolcándote a la medianoche.
León feroz que arrancó a dentelladas las últimas defensas de tu pureza y de tu luz.
En vos llego el río de las aguas turbias de mi corazón
Así te convertiste en una con el malvado, una vez que llego la bendición del cura.
Después surgió ¡el milagro!, aun así, continuo mi lucha contra el canibalismo, un hombre diferente renovado, se te arrimó a la vida, para seguir deleitándome con la blancura de tu ser y de tu cuerpo, pero inmaduro en la inédita ruta de mi insensatez, mordí el anzuelo de tu sujeción fantástica y comencé a escribir un poema bajo el influjo de la pasión domesticada.
Te amé con destellos de pureza, con viejas creencias para apagar mi vieja brama, para continuar enamorado de ti como aquel adolescente tímido que pide permiso para trazar una línea en cada milímetro de tu cuerpo y de tu inmensa sensualidad.
Me fui volviendo orador y místico, te levanté altares en los valles y en los montes, hasta hacerte una diosa alegre.
Por eso me embriagué herido por tus desprecios y reviví el calvario de mis primeros amores
Desde entonces, la tristeza de mis primeros años creció como un arroyo en temporada de invierno, hasta llegar a inundación.
Ni un milímetro de tierra quedó libre de la indiferencia de tu borrasca Y aquí estoy como un faro apagado en la azotea de la soledad
En invierno, las lluvias me golpean
En verano las estrellas cierran los ojos y pasan con indiferencia
La noche se burla de mi desventura
A veces te espero, aun cuando sé que no llegaras
Tu agenda no tiene alcoba para un arlequín afligido
De fiera pasé a cordero, te convertiste en Leona con tu frialdad y tu ajenjo, yo el enamorado preso en las profundas tinieblas, como aquella Zorra en la obra del principito que finalmente fue domesticada
Quisiera dejarte, pero tu imán me retiene
Soy como un resorte cuando más se estira, regresa con más fuerza a su posición original
Estás tan próxima pero tan lejana
Presiento que no entiendes mi sensibilidad
Son treinta y cuatro años de camino y aún no me asimilas
¡Vaya pacto de insomnios!