¿Acaso imaginas amor los tristes inviernos que pase en tu ausencia?
Lentos pasaban mis días en soledad y poco a poco congelaban mi alma,
la vida solo me ofreció odios, pólvoras y dagas
y me arrastró perdiéndome en un mundo de tristezas,
sobre las olas de un mar abierto navegué perdida.
¿Acaso imaginas amor el martirio que pasé al no tenerte conmigo?
Codo a codo luchando por salir ilesa en mi constante lucha,
es la verdad más incierta de mi vida. Pero aún hay peores,
tu tristeza amor, también la viví dentro de mi
punzando a diario en mi triste corazón vacío.
Pero el orgullo me mantuvo en píe ante las adversidades que me marcó el destino
y hoy te confieso amor, que por un momento cerré mis ojos y morí,
mi vida es el secreto plasmado en sangre,
sentí la náusea de la vida y el placer de vivir lo perdido.
La esperanza se estrelló en el vacío
y renuncié para siempre a la vida,
como renuncia el sediento al encontrar el manantial
de agua viva que brota para ser bebida.
Veía mi triste alma como poco a poco expiraba
y así quieta me quedé para siempre dormida.
--Sabia mujer no mueras mira,
no te acobardes ante las grandes pruebas del destino--
lo miré, nos miramos, de pronto contemplaba al sol
y en ese instante me envolvió el brillo de su fulgurante luz.
-resucita mujer me dijo que no todo en la vida está perdido-
No era el sol que murmuraba,
eras tú que a tu llegaba de lejos al verme de rodillas me adorabas,
sapiencia del erudito al saber, en esta vida solo muere el cobarde
que se rinde ante las adversidades cuando las fuerzas lo abandonan despiadadamente,
¡y resucité!,
al ver que había mucho aun por hacer, quererte para así verte feliz y cuidarte
como el más grande tesoro en este lagar de la vida.
Resucitando así y venciendo a la tristeza que me enterraba junto a mis sueños
morí, resucité y vivo ahora para ti vida mía.