Hay una madre levantándose de madrugada, lavando los sucios trapos de sus pequeños muchachos, no tan jóvenes.
Hace el desayuno, el sol aún no guiña con su claridad, recorre la sala desesperada, le murmura el viento «aún falta uno» y agoniza su mirada.
Un padre sale a la calle con ojeras, en busca del mercado de la semana, desde hace meses no duerme tranquilo, hay alguien ausente en el hormiguero.
El calor es agobiante, pero nada desespera más que la espera de alguien que no da señales de volver.
Un pequeño escritor deambula por el mundo, se hace uno con la brisa y escribe cada día menos de la felicidad, el compás del otoño lo seduce.
A tí madre de esa corteza que se ha desprendido, siempre serás el primer lugar el cual recordar.
A tí padre de ese rebaño, siempre serás el pastor de un buen ganado.
Aquél escritor que recorre el mundo sin saber del mundo, le espera la belleza de lo inesperado, se hace más fuerte y antes de morir, espera vivir con el corazón en sus manos.