No hay belleza cuando
hay tendones pudriéndose.
Cuando existen largas extensiones,
que cabalgan junto a la luna llena.
No hay medidor capaz de suplir,
con su tarjeta, la presencia del hambre.
No existe ternura en un lienzo desbocado,
como cuello altivo que estrecha márgenes.
Ni termómetros que midan la aventura
del aire. Ni luz de la mañana que erosione
espigas, trigos o cereales. El alba
visita todos los corredores, y en su encuentro,
destellan luciérnagas y saltamontes. Crujen
en las sartenes, manantiales de llanto e impureza.
Mantequillas sobadas por el aprecio de un cristo
omnipresente. A quién gritar los huecos
que suben por los cartílagos, a quiénes?
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