Hoy me dijiste “te quiero”
y una mariposa voló de tu boca.
Mi alma quedó presa
en una carcel de rosas.
Todo el día mis pensamientos
fueron estrellas blancas.
Nos fuimos queriendo
con diamantes de palabras.
Me abrazaste con la luna
en tu sonrisa y tu beso,
hondo de auroras,
sobre mí boca cayó, lento.
La escarcha del espíritu,
de pronto, quedó deshielada,
y murió el negro llanto
de la pena negra y amarga.
Me fuiste queriendo,
alma de luceros conmovida,
y yo fui entregándome,
como un gorrión en la brisa.
Hoy el viento congelado
no viene a enturbiar mi sueño
con su agitado murmullo
y su corazón de invierno.
Me abrazas y nada enturbia
la dicha obtenida. Ni amargo
ni cálido es mi contento,
sólo es paz, razón y encanto.
Hoy me dijiste “te quiero”
y mis ojos endulzaron tu rostro,
lo colmaron de mañanas,
de ambiciones y de asombro.