Si me quisieras
darías lo que tienes
por conseguirme.
Eso te dijo
retándote, una tarde,
en tu inconsciencia.
Y abandonaste
tu mundo y tu fortuna,
y la seguiste.
Tenías poco,
quizás lo suficiente
para vivir.
Pero la amabas
y viste en sus palabras
una promesa.
(¡Qué ingenuidad
el alma de aquel niño
que era un poeta!
Sufrió, sin duda,
detrás de los cometas
y la ilusión.)
Hasta que un día,
un vuelo y un suspiro
te sorprendió.
Cayeron velos
y enormes marionetas
que te cegaban
Y entonces vieron,
tus ojos, inocentes,
la mariposa.
No tengas miedo,
te dijo en un susurro,
vamos al cielo.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/06/22