La fuente de amor que buscaba
tus labios brindarla pudieron;
y el rayo de luz que anhelaba
tus ojos azules me dieron.
La dicha que siempre soñaba
tus besos de miel la trajeron;
y el cielo que mi alma esperaba
de seda tus manos lo hicieron.
Tu cuerpo febril me entregaba
pasiones que mórbidas fueron;
y fuiste la flor que manaba
perfumes que siempre ofrecieron
el fuego que tu alma albergaba.
Autor: Aníbal Rodríguez.