Recuerde, señorita que ese verso que nace en su pecho merece ese debido respeto que le prometen indecisamente sus propios labios. Porque ¿qué sentido tendría un verso desnudo, sin ese calor brindado por un cuerpo como el suyo? Pues es que es de ahí de donde toma ese verdadero significado; en sus entrañas toma esa misteriosa forma que tienen estas rimas para volver a amar una y otra vez. Y es por eso que no debe claudicar en su esfuerzo por sentirse un verdadero poema, ya que es donde su cintura de donde yo he habitado y he establecido mi hogar. La conozco casi de memoria le podría decir, pero es en el balcón de sus pechos en donde he encontrado el verdadero sentir de esta vida que hasta hace poco yo creía mundana. Y así, despacio y sin prejuicios, he ido desnudando también mi propia alma para ponerla a disposición de su propio juicio, que usted de alguna forma arrebatada y enloquecidamente le haga el amor sin verdaderas pretensiones, más que no sean de esas que habitan en cada uno de sus ojos, desde donde yo he extraído el significado de cada una de mis rimas, y les he dado también el mío, el de un poeta enamorado del amor.