ANTIGONI

SERENIDAD

Cambié el cemento gris, por verde en rama,

la bruma y el esplín, por placidez;

dejé en la urbe altiva el holograma

vacío del boato y de la fama,

para enlazar la vida y la vejez.

 

Cansado de seguir falsos profetas,

hastiado de la Biblia y del talmud,

ahíto de cantores y poetas,

de libros, de pasquines y Gacetas,

cambié de norma, credo y actitud.

 

Allí donde la brisa es viento y brama,

donde el dinero pierde validez,

donde el asfalto es verde y es de grama

y te ama el crisantemo, y te ama

el ave, la caléndula y el pez…

 

La vida bulle al tacto de la tierra,

la planta, la serpiente y el gorrión,

se placen en el valle y en la sierra,

mientras el hombre medra de la guerra

guiado del poder y la ambición.

 

Allí la vida no es un epigrama

y orgullo es sólo orgullo, no altivez,

los hombres intercambian sin escama

afectos y saludos, sin Zalama,

y los mandatos son tan sólo diez.

 

Sentado en el portal, cuando amanece,

cercado por el frío en el brumal,

espero allí que el nuevo día empiece,

mirando alguna flor y me enternece

el tímido ulular de un animal.

 

La verde exuberancia, es un diorama

que graba en el sentir su limpidez,

allí la creación se desparrama

y la serenidad del panorama

no tiene comparanza, ni doblez.

 

El alma y el boscaje en sincretismo,

esbozan la verdad y el transcurrir

del hombre que sortea el espejismo,

encuentra que en el fondo, son lo mismo

la tierra y su existencia hasta morir.

 

Salir de la ciudad y de su drama,

me devolvió al candor de la niñez

y sin embargo, el rico pentagrama

de la generación, aún me inflama,

pisando ya el umbral de la vejez.

 

ANTIGONI