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El heredero (cuento, segunda entrega)

Tía Regina vivía en la calle Salta entre Richieri y Suipacha, no se realmente cuando íbamos a visitarla, tengo recuerdos de esa vieja casa chorizo con todos sus ocupantes y luego con ella sola.

El cielo se oscurece, poco a poco la tarde se fue transformando en una noche apresurada, aún no son las 18, las 6 como decimos nosotros, yo pienso en mamá y su segura preocupación pero igual seguimos con la barra por Urquiza hasta la avenida Francia (uff si parece que fuese lejos y estamos solo a 4 cuadras de casa), la lluvia nos sorprende, un diluvio y nosotros comiendo “coquitos” de las palmeras, volvemos corriendo y nos hacemos “sopa”, el frío se mete en los huesos y yo evoco a la tía María…

Recuerdo que mamá siempre contaba que la tía María se había mojado cuando era chica y volvió helada a su casa de la calle Salta, allí vivía Regina, La Maruca, María y el Rudy y bueno supongo que sus padres…La tía se arrimó al brasero y dicen que el calor les “secó” los tendones y quedó jorobada.

Los Montorfano tenían propiedades, toda la manzana, mi madre había arreglado todo el baño con una parte mínima de una herencia que recibió de algún primo fallecido. El ñato Musolino era primo del abuelo, un famoso tratante de blancas de la época de Pichincha, mamá aún conservaba un 32 largo smith and wesson que el ñato le había regalado al abuelo cuando iban de caza al campo. Yo pienso que la palabra herencia abarca mucho más de lo que sus letras dicen.

16 de mayo de 1969 se reúnen frente al comedor universitario un grueso grupo de estudiantes haciendo estallar bombas de estruendo y tirando volantes al canto de “acción, acción por la liberación”, se está gestando poco a poco el “Rosariazo”, en las provincias ocurre otro tanto, en Madrid hay reuniones secretas mientras en Rosario muere el estudiante Adolfo Bello.

Pasan los días y la violencia, yo ajeno voy como todos los días al club Estudiantil, entro al salón y pateo una chapita de seven up, la chapita va rozando el suelo casi planeando y se dirige como un misil hacia las mesas donde los viejos juegan al tute cabrero, gancia y lupines mediante, con tanta mala suerte que le pega a alguno en una pierna, el hijo del bufetero me corre y me acorrala contra las sillas frente al televisor en el rincón del salón, la pelea es totalmente injusta, me da un cachetazo y yo agarro una silla para tirarle al gordo (hijo gordo del gordo viejo bufetero) nos separan algunos que allí estaban, parece que yo pago con mi mejilla una cagada de otro que había estado jugando con chapitas sobre la mesa de billar. Recaliente me voy a casa busco el smith and wesson del abuelo y voy a buscarlo al gordo al club, me quedo en la puerta amenazante, nadie sabe que el revólver no tiene balas pero yo me hago el guapo. Siempre fui alto y a pesar de mis 11 años aparentaba ser algo más grande. A los 5 minutos aparece mi padre, me pregunto que hace por acá si el trabaja en el negocio todo el día, me dice _vamos que están quemando los troles en la calle Salta, yo ni me había dado cuenta del humo, vamos por Iriondo hasta Salta y el espectáculo es dantesco, no menos de 11 o 12 trolebuses quemándose, cuando pasamos por la vereda hacia cafferatta estalla la rueda de uno de los coches y retrocedemos, de la nada aparecen los jeep de la policía, el cuartito azul…éramos todos vecinos curiosos pero la policía ya en esa época como siempre actuaba mal y tarde y empezó a tirarnos gases lacrimógenos, yo aún tenía el revolver en la cintura así que corrí por Iriondo junto a mi padre y nos tiramos de cabeza en el hall de una de las casas pegadas a la plaza de las Américas justo cuando una granada de gas daba en una de las ramas de un paraiso y la quebraba, la última imagen de la granada humeante y la rama rota se grabó en mi mente, sentía el fierro en la cintura y me dije "están todos locos", a la noche llegó mi hermano más grande con la espalda totalmente amorotonada de los gomazos que le había propinado la policía, lo corrieron a cañazos por toda la vía que va paralela a Vera Mujica, safó, otros no tuvieron la misma suerte, el Dany no se como hizo pero se trajo de recuerdo un volante de uno de los troles quemados, lo colgamos en la pared junto a una escoba, una patente de un auto y los posters de la revista "pinap".

1978 (uno de esos días): estoy de guardia en la esquina de Moreno y Córdoba, soy tirador de MAG, no porque sea bueno tirando sino más bien porque es el único puesto que no tiene techito, en la calle hay dos jeep de la fuerza de tareas, de esos soldados o suboficiales que usan sombrerito y ropa camuflada, van al frente, si hay quilombo ellos son los que salen, de pronto una explosión y el fogonazo que sale por el techo de lona despedazado del jeep, me agazapo, cargo la MAG, apunto a los techos y edificios, toda la guardia, gritan, corren, cargan los FAL, se agachan, “un despelote”, si hubiera sido un ataque yo creo que nos matan a todos, solo tengo columnitas que me protegen, las mismas por donde pasábamos el miembro viril para que una “bobita” que un soldado conocía del batallón nos haga un simple favor. Recuerdo “la mejor defensa es el fuego propio”, estoy dispuesto a despedazar al que se me cruce…salen del jeep los de la fuerza de tarea parece que a uno que se quedó dormido se le fue el dedo y apretó sin querer la cola del disparador de la ITAKA, me digo: “así perdemos la guerra”.

1969, Onganía crea un fondo para construir la primer fábrica nacional de papel prensa, pasan algunos años e irregularidades hasta que el ministro peronista Ber Gelbart fuerza la venta de la empresa a Graiver quien había sido ministro de Lanusse y tenía vinculaciones también con Gelbart. Siempre es difícil jugar a dos puntas, Graiver era el único que podía sentarse a negociar con Montoneros y luego reunirse con Videla, estas relaciones peligrosas sumado a los 17 millones de dólares que jamás le devolvió a Montoneros le costaría la vida, o tal vez los otros negocios turbios de lavado de dinero en Norteamérica lo sentenciaran a un accidente muy bien planificado por la CIA, y digo “bien” porque aquí en Argentina nos comemos cualquier verdura que nos tiran del norte.

El Ale era un buen amigo, eran dos hermanos, hace mucho que no los veo. En aquellos días solía juntarme mucho con el Ale, el era bastante inmaduro y maldito, todas las ideas morbosas venían de su mente que maquinaba una y mil maldades, jugábamos al juego de la oca pero habíamos cambiado todas las prendas y así si uno caía en el 13 era “cojidita” por toda la banda, entonces el que tenía la desdicha de caer justo ahí “sonaba”, se le tiraban todos encima y lo que menos te hacían era apretarte el pito y te decían “decí 10 marcas de yerba”…y así sucesivamente, luego salíamos a tocar culos y salir corriendo o pelearnos a piedrazas con la banda del club San Lorenzo. Otras veces nos quedábamos escondidos en el primer piso del club Estudiantil y cuando cerraban a la tarde a la hora ya de la siesta nosotros nos quedábamos adentro entonces íbamos al buffet y le comíamos los sándwiches o les robábamos las fichas del metegol o de la máquina (los pinball de ahora), esa era mi venganza contra el gordo hijo del viejo gordo bufetero que me había cacheteado.

También solíamos tener disputas con la barra de la escuela 90, esta escuela estaba en Crespo y Salta y la había construído un hermano de mi abuelo, era centenaria y esa era zona de los Montorfano y a pesar de que yo venía en cierta forma de esa familia yo me había criado en el club Estudiantil y “defendía” sus colores, la lealtad ante todo…(cosa que luego Graiver no comulgaría).

Por los 70…estábamos con el Ale atrás de Minetti, habíamos estado cazando pajaritos con la gomera y decidimos hacer finalmente una casa arriba del tercer ombú, uno mediano que estaba cerca de los talleres ferroviarios,[[[ tal vez debería contarles que todo esto ha cambiado mucho, antes eran muchos ramales de vías, algunas canchitas de futbol, una quinta que no se bien de quien era, algo de montecitos y una calle de tierra y piedras aplastadas que iba desde Iriondo cruzando las vías del Mitre hasta Avenida Alberdi, una pequeña recta donde estaba el ombú más pequeño, un semicírculo donde estaba el otro mediano (el tercero, el primero era el más grande de la plaza de las américas) que le daba sombra a dos cocheras del ferrocarril donde guardaban sendas zorras, luego una recta pronunciada que se perdía hasta la avenida. Toda esa zona era utilizada para estacionamiento de vagones, reparación de los mismos y o desguase de “carboneras” y vagones de esos de madera que tanto me hacían recordar a Jim West.]]]

Empezamos a recorrer una formación que estaba pegada a la canchita de futbol, habíamos llevado un martillo y clavos y estábamos buscando maderas para hacer la casa en el ombú, algunos vagones eran excelentes, tenían casi todas las butacas con esa cuerina antigua de color verde y pequeños ventiladores de techo, las paredes de madera barnizada y las ventanillas con las celosías tipo guillotina de la misma madera que los paneles interiores, llegamos hasta un coche del correo o esos que se usaban como final de formación que era como una casita con dos balcones, uno para cada lado y el piso de un material parecido a la portland pintada de rojo, incluso tenía una suerte de fogón y en él había aún madera ardiendo lo que suponía que alguien lo estaba ocupando. Había una especie de colchón roto, ropa vieja y sucia tirada en un rincón y una papa a medio comer sobre un plato de acero inoxidable, a un costado del fogón una pava totalmente negra carbonizada junto a un mate de lata color azul con yerba ya usada y fría y bombilla. Nos sorprendió justo revisando sus cosas…

 

continuará...