En tanto que de amor desvanecía
con cruel indiferencia tu observabas;
y sorda a mi suplicio me entregabas
tan solo tu mirada muda y fría.
Infiernos de tristeza padecía,
y siempre mi cariño despreciabas;
y toda mi ilusión despedazabas
con burlas de mi tierna poesía.
Entonces me vestí de marinero
buscando nuevo puerto en mi goleta;
remando con fervor y gran esmero
envuelto en mis delirios de poeta;
¡y pudo mi constancia de remero
hallar de mi pasión su nueva meta!
Autor: Aníbal Rodríguez.