A mi esposo, Jorge Fernández Era
Te di mi palabra y las palmas crecieron,
el resplandor cegó a las comadrejas
para que no supieran de la crueldad
que padece la tierra.
Te di mi palabra
al necesitar de tu mirada
que logra que me olvide de la acidez,
del temblor de mi memoria.
Te di mi palabra
para que tocaras el tambor,
despegaras mis pasos del suelo,
voláramos.
Recibí tu palabra
y el tiempo no ha dejado
de acompañarnos.