Poetadsym

Dos amantes que siempre se conocieron

A veces difícil estimar el real camino que una verdadera Mujer y de cuyas hueyas quedan marcadas incluso en su espalda, pues, ahí están enmascarados por antiguas caricias transformadas en rimas que consonan con cada uno de sus recovecos. En las alturas de su cuello, los versos se dejan caer como si fueran lluvias pesadas de un pasado lejano a sus ojos, como si quisieran abandonarse a sí mismas lejos de ese universo que se esconde tras de esa mirada. Por eso, las palabras muchas veces sobran en ese lejano subconsciente; son como ligeros recuerdos de ese pasado que alguna vez le prometió no volver, y por eso en su lomo, esos versos se transmutaron en poemas dedicados a su sensualidad y sus curvas para luego guardarse en lo más lejano de su memoria. Y es de ahí que nosotros, los hombres, debemos tener cierta especial paciencia en la comprensión de los obstáculos que pudo haber sorteado alguna vez en su camino.

Por eso, cuando llore, ámala; cuando su voz se apague en ese silencio, escúchala. 

Cuando sus ojos deseen gritar en el vacío de sus misterios; regocíjalos con tu mirada.

Cuando murmure silente en la oscuridad de una noche solitaria; ojalá que tus besos le brinden ese sabor musical a la altura de sus oídos.

Cuando su pasado en veces desea perderse en su rostro de agónico presente; piérdela en ese futuro contigo.

Cuando por fin su invierno se haga eterno en la frialdad de su piel desnuda; bríndale tú ese calor que abunda en tus poesías.

Cuando esas promesas que nunca fueron cumplidas regresen al hogar de su memoria; llénale la frente de versos sabor a fresa de tu boca verdadera.

Cuando sus gemidos sean reemplazados por la tortura de un dolor tácito en su cuerpo; hazle gemir otra vez con tus caricias.

Cuando ya no vuelva a creer en las personas y se esconda en un mundo imaginario; muéstrale tú tu propio mundo, ahí donde ella se ahogará en los versos de tus labios.

Cuando ya no le queden segundos al reloj que tictaquea en su memoria; súmale tú los tuyos; ellos le demostrarán de que no hay tiempo cuando el amor es paciente.

Cuando de pronto tenga ganas de gritar para solamente desahogarse de sus desventuras; cállale sus labios con besos de versos de amor y lujuria. 

Cuando su noche se haga tarde sin la presencia de esa Luna llena que antes solía brillar en sus ojos; haz que tus ojos sean ese Sol que ilumine el día que se reflejará radiante en su rostro. 

Cuando su mirada por fin comience a llover aun estando sus cielos despejados; haz que tus manos sean ese paraguas que le brinde protección de la acidez de sus amarguras.

Cuando un día de estos comience a temblar de frío aunque en su piel el verano todavía no le abandone; recuerdale a su memoria de que el verano carece de tiempos en las palmas de tus manos.

Cuando su primavera sea reemplazada por la aparente eternidad de su invierno; muéstrale de que las estaciones del año pueden estar siempre cubiertas por las flores que abundan hermosas en su mirada.

Cuando por fin su verso deje de ser rima y se convierta en el misterio de un amor profundo en el punto final de su poema; muéstrale tú los tuyos, en ellos la eternidad no solo está presente en sus rimas.

Cuando por fin deje de creer en cuentos infantiles; cuéntale tú los tuyos, esos en donde tú eres ese lobo feroz que desea devorar a su sensual Caperucita con cada uno de sus versos.

Cuando la espera se haga eterna en los vacíos de su mirada; créale tú una estación ferroviaria en su rostro, pues ahí ella verá la promesa de ese tren que llegue justo a la hora indicada en tus pensamientos

Porque el amor no siempre se hace de versos y caricias que se pierden en la numerosidad de un poema romántico, solo tú podrás demostrarle la realeza de tus palabras en cada latir de tu corazón que se esconda en los gemidos rimados de su propia respiración.

Ahí de seguro para ella ya serás esa eternidad que alguna vez le prometieron, pues, es en tus ojos en donde siempre se halló esa verdadera poesía que al final de cada noche sabrá hacerle el amor de forma desenfrenada, solamente tú y ella, como si fueran dos amantes que siempre se conocieron.