Quisiera en mis horas, mis horas serenas,
oír de sus labios, queriendo expresar
las dulces palabras que curan las penas,
dejando la huella que te hace soñar.
Quisiera en las tardes, las tardes de estío,
llegar a su estancia, poderla abrazar;
quisiera en sus ojos de cálido brío,
la gloria del cielo poder contemplar.
Quisiera en las noches, las noches de luna,
tenerla en mi lecho, poderla besar;
mirar sus pupilas de verde laguna,
y lleno de dicha ponerme a cantar.
Quisiera en mis días, mis días nublados,
gozar su presencia con lumbre sin par;
sentir sus suspiros de amor inspirados,
brindando el acorde de un dulce trinar.
Quisiera en su boca, su boca de grana,
su miel tan divina poderla libar;
sentir que con ansia, con ansia pagana,
su cuerpo de diosa me quiere entregar.
Quisiera en su cuello quedarme prendido,
sentir de sus venas su gran palpitar,
que llevan el fuego, el fuego encendido,
de grandes pasiones con flama estelar.
¡Por eso mi verso, romántico canto,
queriendo con ello su amor conquistar;
llevando de ensueños su místico manto
envuelto en perfume de blanco azahar!
Autor: Aníbal Rodríguez.