“Escribo esta nota desde el fondo de mi fosa, donde apenas asoma la miseria de un rayo de sol y más que darme calor me recuerda mi irrefutable necesidad de luz.”
Arañando las húmedas paredes de mi guarida y con los pies entre sesgados y mutilados por el agua y el frio, anhelo los años dorados de la inocencia, la sonrisa verdadera y la grata suciedad, esa que no cae del cielo de la conciencia y los arrepentimientos sino de las sogas de los columpios, de los balones húmedos arrastrados por el fango y de las montañas de arena que sirvieron de molde a los practicantes de ingeniería que forjaron túneles y autopistas con sus manos, para ver correr un bólido de plástico o madera o un zapato en el más simple de los casos, ese auto imaginario que ni el mejor del mercado actual puede superar.
Sin esperanza alguna de hallar respuesta lógica, me escondo entre mis sábanas buscando oscuridad, los días son tan largos que no veo el momento de que de acaben, mi amiga la noche a quien espero a diario llega fría, sórdida y malvada con sus sombras fantasmales, como un coro que canta a mis oídos que la única forma de evadir mi realidad es mientras permanezca en brazos de Morfeo.
Sentado en la orilla del rio Aqueronte,
Lamento las horas que he visto pasar,
Llorando mí angustia, mi vida truncada,
los pasos cansados que no he de pisar,
Espero al balsero, que, por un centavo,
Me lleve hasta el fondo del sucio inframundo,
Me enseñe el camino, que, siendo profundo,
Parece ser mío y no tiene final.
Ah de los instantes que fuimos ingenuos,
Luciérnagas blancas que vimos volar,
De risas, de juegos, de amores y sueños,
De cielos sin nubes y océanos sin sal.
Ah de los amores que allá nos flecharon,
De todos los labios que ayer nos besaron,
Que fueron planetas de un nuevo universo
Y en astros fugaces dejamos marchar.
Si apenas pudiera reiniciar mi tiempo
Sería más astuto en mi propio big bang,
y en esa carrera de genes calientes
Que en pro de una vida luchamos si par,
Ya no buscaría la infecunda estrella,
Ya no apostaría por luz y calor
Y solo vería encender esa llama
Para luego ahogarse cual fuego en el mar.
Construí mi balsa de amarres gigantes
y golpe tras golpe la vi naufragar,
soñé ser eterno con la diferencia
Que hace perdurar y no solo durar.
Hoy soy un pirata que navega errante,
capitán de un barco de falsa alegría,
Aceptó que a diario se agota la vida
y no he comenzado siquiera a remar.
He soñado ser de galaxias distantes
Despertando siempre en el mismo lugar,
Anclado sin agua y en el mismo puerto
Como una carroza de caballos muertos
Sin una esperanza de poder zarpar.
Bendigo las pampas que otrora soñara,
Maldigo el desierto que aquí me arrastrara
Y entrego mis armas sin batallas dar.
Lamento encontrarme observando el abismo
y espero que el cielo me impida saltar,
Mis alas de cera no son suficientes
El fondo palpita de rocas ardientes
y el viento no puede ayudarme a planear,
Estoy en el filo del gran precipicio
Con las piernas rotas cargando el suplicio
de mi alma cansada de seguir la paz.
“El mismo camino es duro para el que se descubre frágil y aburrido para el que se convence de su propia fuerza, disfrutar implica estar abierto a reír cuando se pierde y a llorar desde lo más alto del podio, aceptar que vivir es caminar por un sendero en donde todos estamos de paso en un trasegar individual; reconocer que todos, familia, amigos, conocidos y desconocidos; tarde o temprano terminarán de cruzarse con nosotros y la única diferencia será el tiempo que tarden en hacerlo y el olor que nos dejen al pasar. La parada final puede ser la cima, pero el verdadero éxito está en el camino.”
Ardego 76