Próspero bendito a nadie rehúye
menos si corea dulces cantigas
pero un mal incipiente lo destruye,
troca su vida estéril en salinas.
Los años ya le erosionan el alma
cuando caen los amigos coreutas
y lágrimas intoxican la calma,
romas puntas aciagas en las flechas.
Sin paz hibernal va al escapulario,
el de abertura pequeña entre telas,
para ocultar la erosión de las vetas.
No alcanzará vital el centenario
ni en la extensión de un mágico escaneo
ni sinfonías del gran Amadeo.