Disfruté del amor sus dulces juegos
y crucé de pasión sus grandes olas;
de ilusión dibujé sus barcarolas
y de ensueños prendí candentes fuegos.
Yo vestí del placer los tiernos ruegos
y gocé de doncellas sus corolas;
y en sus labios de frescas amapolas
me embriagué con sabor de vinos griegos.
Hoy que ocaso me cubre ya las sienes
con las nieves que el tiempo nos regala;
me sonrío y recuerdo los vaivenes
de mujeres que ardían cual bengala;
pues vencido su orgullo y sus desdenes
ofrecían su ardor en gran escala.
Autor: Aníbal Rodríguez.