A la orilla del camino
estaba un árbol tirado
con su tallo avejentado
¡Pobre de aquel soto encino!
Era de color genuino
y su tallo, anacarado,
luciendo muy corrugado
y aún con signo verdino.
Le llegó aquel triste otoño
el que nunca nadie espera
porque fuerte era el lodoño
e impensable que muriera.
Pero de él brotó un retoño
¡Y volvió la primavera!