Despierto pensando en ti
Y se vuelven los minutos
Incisivos por recordarte.
Empieza a desangrarse
El último trozo diminuto
De corazón que hay en mí.
Luego discuto con el espejo
Y con la sombra en la pared,
Hasta hacer un pacto.
Desayuno un tabaco.
Me levanto con algo de sed,
Y en la fuente me sumerjo.
Cierro las viejas cortinas,
Lentamente abro mi cajón.
Ese que oculta hojas de libreta,
Como herbolaria sin maceta
Adornando mi habitación;
Que en veces es cantina.
Que otras veces un castillo;
Con las paredes de metal,
Sin puertas, ni ventanas.
Solo el son de una flauta tibetana.
Siguiendo un áurea espiral
Que baila dentro de sus pasillos.
Normalmente paso el día
Y parte de la tarde en mi pieza.
Al salir la luna, es diferente.
Me vuelvo un cuerpo celeste,
Olvidándome de toda certeza,
Olvidando hasta mi poesía.