Había algo así como una especie de pacto entre su mirada y su sensualidad. No podrían sobrevivir la una sin la otra, pues, sus ojos eran ese todo que solo se reservaba al poeta más experimentado para recorrer con sabiduría esas rimas que sobraban en su piel. Así que en cada poro de su cuerpo, se guardaba de forma misteriosa ese secreto que solo sus ojos parecían capaz de revelar al mundo. Pero había también una especie de “trampa\" en su ser. Algo como que fuera reservado solo para ese poeta competente que con esa misma sabiduría supiera restarle cada uno de sus versos. Creo que era ese sentir que quedaba demostrado en cada latir de su corazón. Con ello era capaz de fabricar esas insólitas poesías que recorrían cada cierto tiempo su cuerpo desnudo, y que, desde seguro, deseaban ser acompañadas por las manos expertas de ese dios de los versos, pues, solo él sería capaz de recitar con esa inspiración que le caracteriza cada una de sus rimas: las haría melodías danzantes al compás de los vientos provenientes desde los cuatro puntos cardinales. Quizá en ese alarido de aire triunfal, que parece recorrer cada espacio del borde de su boca, también se halle ese secreto, ese verso misterioso que rebosa por la mirada del universo que yace en sus ojos a la espera de ese poeta perfecto, el que con esa paciencia letrada los coja cada uno y contando, a partir del abismo de su mirada, y componga cada noche en su piel desnuda y con caricias, la estrofa de la poesía de una Mujer realmente enamorada.