El letargo del día, donde no existe dosificación del tiempo, cuando la vida tiende a ser monótona y muy lenta, nuestros pensamientos pasan por un punto muerto donde nuestra imaginación es absolutamente nula, los minutos se vuelven horas y lo que encontramos por hacer nos parece tan innecesario que terminamos haciéndolo sin ganas, sin intención, sin la motivación adecuada para cumplir con aquel compromiso que quizás no es obligatorio, pero lo tomamos para intentar lograr que nuestro tiempo pase mas raudo ante nuestros ojos, es cuando miramos la hora y nos volvemos a dar cuenta que de nuevo los minutos no han avanzado como esperamos.
Es allí, cuando debiéramos plantearnos y hacer una retrospectiva de nuestra vida, analizar para poder saber en que momento fallamos para que se volviera un agonizante estado, un punto muerto, donde ni siquiera descansar nos lleva al fascinante mundo de sentirnos bien.
¿Qué significa esto?
Que somos tan mediocres para estar contentos con nuestros logros que ya no encontramos en nuestros esfuerzos la chispa, alegría, vitalidad o motivación de realizar actividades paralelas que complementen y mejoren lo que nos hemos planteado, la realización de nuestros proyectos o sueños.
¿Será que somos tan planos que nos conformamos con lo mínimo o justo y necesario?