Sus horas vacías sus sueños robados,
a oscuras sus almas y tenue su voz.
Los abandonados son seres extraños,
son los que dejaron sin decir adiós.
La sala apilada de libros cerrados,
sin luz la morada y sin su canción.
Los desamparados son seres dañados
por una esperanza que nunca murió.
Sus mentes hastiadas, sus rostros marcados.
Espera, agonía, angustia y dolor.
Aquellos dejados no ven el engaño,
aguardan confusos a quien no volvió.
Los deshabitados se quedan sin luces,
con todo cerrado y el caos interior;
y sus cerraduras con cobres ya azules
esperan la llave de quien se marchó.