De aquí hasta allá
hay treinta y tantas esquinas
y mil pasos de plata
desapareciendo.
De allá hasta donde puedas ver,
una ciudad en su vieja cuna,
un racimo de historias
con el sonido apagado.
Unas fachadas cansadas,
con el color hundido.
Un espiral que nos abandona.
Luces huyendo del centro.
Solo sombras dejadas en el suelo,
sin rumbo que tomar.
Y afuera, las huellas del silencio.
Penas que ruedan fuera de lugar.
Trajinadas hasta el hastío.
No hay forma de decirlo,
si no es con el olvido,
o la memoria de lo perdido.
Qué poco le dimos a la vida,
qué poca vida le dimos al amor,
y que poco amor hay en la poesía
que quiera pronunciar tu nombre.
Masa inerme de sorda estulticia.
Urbe que ya no puedo abrazar.
No te llamaré mi ciudad
si vas por ahí
destruyendo mis sueños.