En un viejo bodegón
donde van a refugiar
sus angustias y sus penas
los parias olvidados del destino,
escondido en el rincon más oscuro,
sobre una mesa con olor a vino rancio,
estaba tratando de borrar
el desatino de quererte
En el cristal de mi copa,
como una burla caprichosa,
aparecías, con la misma sonrisa
que adornaba tu cara,
al decir que me dejabas.
Bebí el nectar
quemante del alcohol
que al rozar mis labios
eran tus besos ardientes,
aquellos besos de fuego
prestados, en noches fogosas
de pasión mentirosa.
No mereces mi recuerdo,
mucho menos al amor
que te dí en cuerpo y alma
pero no puedo borrarte
estas como abrochada a mi vida
condenado a tenerte
solo en sueños.