Sobre el caracol de la nevada,
extensa bahía, tu vientre.
De arcilla, la savia blanca
que recubre el plástico
de tu frente.
Muerto, el cuerpo entero,
se condensa y se remueve.
De la forastera plaza, los
alicaídos olmos, la esperanza
partida, dividida en dos.
Sueño de tu espíritu
que combate al aire, una canción.
Y mil primaveras derrochadas
entre las yemas de tus dedos,
que se ocultan a la visión.
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