Después de tanto tiempo reprimidos,
usurparán la identidad del toro
y al fin podrán calzarse, sin decoro,
la piel de sus instintos preferidos.
Por citación del mal serán reunidos
en torno a un dios virtual bañado en oro
con el propósito de hundir, a coro,
sus garras en los ángeles heridos.
Mediante guantes extrasensoriales
amasarán la líbido atrasada
soltando sus impulsos naturales.
Tendrán, con la materia gris castrada,
la opción de abandonar corsés morales
y envilecer su aletargada espada.