Amparado por nadie y por la nada,
En mi senectud precipitada,
he de mirar los ecos y las risas
con una lagrima , asomado a la ventana.
Y ya fenecieron caricias, besos y amoríos ,
Que hasta el hablar del amor resulta vano,
en esta torre de almenara soy cautivo.
A veces un vespertino céfiro me ayuda
A soportar los grilletes de mi alma,
y aceptar que un día tuve
,como normal, de humano lo preciso.
Es un dolor de pullas en el cuerpo
Tras caer, inepto en el vallado,
Es la inmensa sed de un: ¡Dime amigo!,
Que dichoso te alumbre todo el ser.
El “homo” aleja a quien decide los chamanes,
Reitero, es un dolor fatal como la muerte,
Y Siempre viviendo el mismo día,
Salvo jornadas que empeora tu viaje.
Y cada jornada te sientes…más cansado
Paco José González