Debo decidir que hacer, se dice María mientras mira su apretada agenda, y apura hasta el último
cigarrillo antes de volver a la oficina. Otra vez el dichoso aire acondicionado se pegaba a su piel
como un enemigo impidiéndole restablecer su debilitado organismo.
La última misiva de su jefe le había sumido en la impotencia, la misma que la estaba consumiendo
desde hacia tiempo y a la que su atribulada mente solo encontró una solución.
Con gesto tranquilo se dirigió al espacio contiguo y antes de poner activo el explosivo dejó una
nota encima del despacho. !Hoy no tenemos trabajo!